Chocolates, poemas y flores son comunes en esta época del año. Sin embargo, el tradicional festejo occidental tiene un origen sombrío y poco conocido.

La historia de San Valentín se remonta al siglo III, cuando el Imperio Romano perseguía a los cristianos por desafiar el culto al panteón de sus dioses. Seguir una fe distinta a la que imponía el César era ilegal y penado con la muerte, según explica Lisa M. Bitel, profesora de Religión e Historia en la Universirdad del Sur de California.

Durante el reinado del emperador Claudio II, desde el 213 hasta el 270 d.C., un mártir se sumó a la lista de aquellos que perdieron su vida por seguir otras creencias. 

Según cuenta la leyenda del compendio Acta Sanctorum, el sacerdote romano de nombre Valentinus fue arrestado por celebrar el matrimonio de jóvenes. 

Para Claudio II, los solteros eran mejores soldados debido a que no tenían ataduras y, por ello, Valentinus fue condenado a pena de muerte la segunda semana del mes de febrero. 

Según el cristianismo, el 14 de ese mes se conmemora el aniversario en honor a su fallecimiento.

Sin embargo, existe otro Valentín al que también le deberíamos el origen del reconocido Día de los Enamorados. En el mismo momento de la historia, había un obispo del mismo nombre en la ciudad italiana de Terni, quien se habría visto envuelto en una complicada situación, según narra la leyenda.

Tras ser iluminado por un ser superior, Valentinus adquirió la capacidad de curar enfermos y devolverles la vista a los ciegos. Fue así que logró convertir a varias personas a la fe cristiana. Sus hazañas llegaron a los oídos del emperador y por ello fue decapitado.

Si bien no hay pruebas documentales sobre esta historia, se dice que el cráneo de Valentinus se encuentra perfectamente conservado en la iglesia de Terni.