Un país de analfabetos y curanderos: la drástica decisión que tomó Sarmiento después del primer censo nacional

Sociedad 18 de mayo de 2022
Durante tres días, entre el 15 y el 17 de septiembre de 1869, se llevó a cabo el primer escrutinio poblacional de la Argentina. El presidente era Domingo Faustino Sarmiento, y el resultado de la compulsa lo convenció de cuál era la clave para salir del atraso de nuestra nación
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Primer censo nacional argentina 1869: las cédulas censales que se conservan en el Archivo General de la Nación

El primer censo que se hizo en nuestro país arrojó que nuestro territorio era habitado por 1.877.490 personas. Una vasta geografía prácticamente despoblada: menos de un habitante cada dos kilómetros cuadrados. En el mundo, sólo dos regiones tenían una estadística demográfica inferior: la estepa siberiana y la jungla de Nueva Guinea. Domingo Faustino Sarmiento, que lo había encargado, miraba con asombro las cifras. Pero se sobresaltó cuando sus ojos se posaron en los datos sobre educación. Sobre 413.465 niños en edad escolar, sólo estudiaban 82.671. Es decir: más de 300 mil chicos no tenían acceso a la enseñanza. A partir de ese momento, con los números en la mano, el gran educador supo lo que debía hacer para cambiar de cuajo el destino del país: crear escuelas.

Fueron varios los intentos para intentar conocer cuántos éramos y en qué condiciones vivíamos. En 1810, Mariano Moreno intentó aplicar un censo en las provincias que componían el virreinato, pero se habría hecho solo muy parcialmente en Buenos Aires. La Asamblea del Año XIII insistió en la cuestión, pero sin suerte. Después del triunfo de Caseros, Justo José de Urquiza lo dispuso, pero no fue sistematizado y muchos lugares no fueron relevados. Finalmente parecía que el primer escrutinio de la población argentina se llevaría a cabo luego de una ley del Congreso dictada el 27 de septiembre de 1862, que establecía levantar un censo general de población. Al mes siguiente Bartolomé Mitre asumió la presidencia pero no pudo ser implementado en los seis años de su gestión.

Cuando asumió la presidencia, Domingo Faustino Sarmiento tomó el toro por las astas. Nombró superintendente del censo a Diego de la Fuente y pusieron manos a la obra. En un primer momento, se pensó dejar las planillas en cada casa, pero esa idea rápidamente se descartó. Se dividió el país en cinco zonas: norte, sur, este, oeste y territorios nacionales. De esas grandes divisiones, se desprendían otras más acotadas para ser relevadas por 3045 censistas, definidos como “civiles ordinarios” y “agentes caracterizados y responsables, fáciles de inteligenciarse”, como señaló De la Fuente. Había además 700 comisionados del censo, controlados por una quincena de comisarios provinciales, que debían recoger y examinar las planillas. Según escribió el funcionario, solo tres agentes fueron reprendidos por no hacer su trabajo adecuadamente.

El primer censo nacional en el país se llevó a cabo entre el 15 y el 17 de septiembre de 1869, bajo la presidencia de Domingo F. Sarmiento y la dirección de Diego de la Fuente

El censo tuvo lugar entre el miércoles 15 y el viernes 17 de septiembre de 1869 y arrojó una totalidad de 897.780 varones y 843.572 mujeres. Además, sumaron a las tropas que estaban peleando en el Paraguay y los argentinos en el extranjero. Descartando a los inmigrantes, había una diferencia a favor de las mujeres de 49.351. Existía una marcada mayoría femenina en Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos. Los extranjeros estaban concentrados en Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe.

La pobreza alcanzaba al 75% de la población. Y había muchos longevos: 234 personas que pasaban los 100 años y anotaron 1172 africanos.

El mayor número de casados se encontraba en Jujuy; en total en todo el país había 383.119, mientras que se contabilizaron 88.902 viudos, con una marcada diferencia a favor de las mujeres, situación que encontraron lógica a causa de las guerras. Y 28.319 mujeres contestaron que vivían en “amancebamiento”.

Además, se determinó que 361 individuos se dedicaban a la prostitución, aunque se hizo la salvedad que ese número habría que multiplicarlo por diez.

De los censados, 360.683 sabía leer y 312.011 sabía escribir, aunque se calculó que no todos respondían la verdad, y que a esas cifras había que restarle un 30 por ciento. De los 413.465 niños entre 6 y 14 años que estaban en aptitud de ir a la escuela, solo lo hacían 82.671. Más de 300 mil no asistía al aula.

De los 300 mil ciudadanos aptos para votar, solo 50 mil leían y escribían y el resto no poseía ninguna instrucción. De la Fuente se quejaba que “la democracia, bien entendida, no la hacen sino los instruidos, los que pueden llamarse ciudadanos; el ignorante no entiende ni de una ni de otra cosa; el resorte maestro del voto, para el gobierno democrático, se desvirtúa, y es las más veces nulo, apariencia o falsificación”.

El censo también contempló contabilizar a “dementes, cretinos, estúpidos” y también a los sordo mudos y ciegos. Arrojó, además 2.888 personas inválidas por las guerras civiles.

Había 458 médicos, que fueron superados por 1047 curanderos; 439 abogados y 1442 profesores. Entre 140 mil mujeres se repartían los oficios de costureras, lavanderas, tejedoras, planchadoras, cigarreras y amasadoras, entre otros. Con la llegada de los inmigrantes, se abriría un abanico más amplio de oficios, como el de relojero, sastre, tipógrafos, talabarteros y peluqueros. Buenos Aires concentraba la mayor cantidad de profesionales liberales y científicas.

Se levantaban 262.433 viviendas, una mayoría de madera, caña y paja, y las menos de azotea y teja. El promedio era de 692 personas cada 100 casas. Argentina albergaba a 180 ciudades, villas, pueblos y aldeas, y la densidad no alcanzaba a 1 habitante cada 2 kilómetros cuadrados.

El censo arrojó un costo de 189.794 pesos fuertes y fue publicado en 1872. Sus conclusiones finales se vieron demoradas por la epidemia de fiebre amarilla que había azotado al país a comienzos del año anterior.

Con los números en la mano, Sarmiento llamó a una reunión de gabinete. Allí pronunciaría la conocida frase de “señores ministros, ante los primeros datos del censo, voy a proclamar mi primera política de estado para un siglo: escuelas, escuelas, escuelas”.

Lo que vino también es historia conocida: al dejar el gobierno, en 1874, 100 mil chicos eran formalmente educados. También trajo el modelo de las escuelas normales para formar maestros -la primera fue inaugurada en 1869- y, para el espanto de algunos, contrató a maestras norteamericanas. De la veintena de escuelas que había cuando cayó Juan Manuel de Rosas en 1852, al finalizar su mandato ese número ascendió a 1.120.

Para Sarmiento, el censo no solo era útil para saber cuántos éramos, sino hacia dónde queríamos ir.

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