Estigma social y empatía, una puja que destapó el COVID-19

Por estos días, la activación del protocolo en cualquier efector de salud se convierte para muchos en un disparador de un sinfín de conclusiones apresuradas, que más allá del resultado que finalmente arrojen las pruebas de laboratorio, generan una compleja situación socioemocional para el protagonista y todo su grupo familiar.
El efecto de los rumores, trascendidos y falsas aseveraciones, afectan negativamente a quien demandó una atención de salud, así como a quienes lo cuidan, sus amigos y todo el entorno. “Esta es la dimensión social de la enfermedad”, aseguró la Lic. en Psicología Luciana Pach, en diálogo con FM Estación Plus Crespo, al analizar este nuevo escenario asociado que presenta la pandemia. La profesional explicó que “como enfermedad, tiene varias dimensiones: la sanitaria -que refiere a los cuidados individuales y la capacidad del Estado o el sistema de salud de cuidarnos-; la económica -que impacta mucho en todos-; y la social -que es esto que nos pasa y cómo actuamos-. Cuando se le adjudica a una persona la posibilidad de que pudiera estar contagiada, ya la miramos desde una percepción negativa y sucede, porque el miedo a lo desconocido activa en nosotros ciertas características o rasgos negativos de nuestra personalidad. Las tenemos todos, sin embargo el tema es cómo las manejamos. Estas circunstancias ponen en juego nuestros prejuicios, nuestra forma más estructurada de ser, por eso surgen usualmente atributos descalificadores frente a ese posible portador de la enfermedad”.
“Socialmente hace mucho daño y quienes son destinatarios de esas miradas o descalificaciones, soportan una carga muy fuerte, que no se va de un día para el otro, sino que perdura por un tiempo. Es interesante reparar en qué va a pasar después con esas personas”, comentó la psicóloga e instó a “ignorar esas cadenas, mensajes y acusaciones o señalamientos que llegan por redes. Cuando aparecen en el teléfono, no fomentar que sigan circulando esos datos y los rumores, sino eliminarlos o dejarlos ahí sin darle trascendencia”, apuntó como conducta saludable.
Luciana Pach llamó a “ponerse en el lugar del otro” como la herramienta más eficaz para hacer frente a la estigmatización y en tal sentido refirió: “Hay que ser conscientes que lamentablemente, en algún momento la ciudad va a presentar personas con COVID-19 y no lo digo para asustarnos, sino para saber que tenemos que seguir cuidándonos y que tenemos que estar preparados para cómo vamos a reaccionar ante las situaciones que esto trae aparejado. Buscamos siempre un culpable fuera de nosotros, es un mecanismo propio y tenemos que trabajar mucho en encontrar y administrar nuestra emoción sana. Cuando surgen contextos de amenazas, aparecen mucho nuestros rasgos negativos. La empatía es algo tan trillado, pero no lo ponemos en práctica. Cuesta a veces reflejar en nuestra conducta el entender que si el otro realmente se contagió, no la está pasando nada bien ni quiere causar daño a otros. Cuando estamos muy ansiosos o cuando estamos mal anímicamente, nos cuesta mucho separar caso por caso y situación por situación antes de opinar o expresar nuestra postura. No es válida la justicia social. No suma esto de estar culpando al otro porque creemos que no hizo lo que tenía que hacer, que puede ser o no real, pero centrémonos en que no se resuelve así”.
Escuchá la entrevista a la Licenciada Luciana Pach:
La psicóloga alertó la necesidad de reflexionar sobre este aspecto que hoy interpela a cada uno, para incluso evitar llegar a replicar episodios en los que empieza a confundirse el rol de cada integrante de la comunidad. Desde esa línea de pensamiento, agregó: “La estigmatización se dirige a los pacientes que hoy presentan síntomas vinculados a la enfermedad, pero es el mismo impulso que en muchos lugares llegó hasta los médicos, gente que quiere que se muden de donde viven. Nos hemos puesto bastante rebeldes. Ha aparecido nuestra dimensión más fea. Creo que no es un recorte de la realidad, sino que nos venía pasando y ahora explotó o se visibilizó sin sutilezas. Tenemos que plantearnos qué vamos a hacer, cómo vamos a seguir con todo esto, cómo nos posicionaremos: yo mismo, mi familia, mi comunidad y así vamos ampliando. Como humanidad nos espera un trabajo enorme, que partirá de entender nuestra fragilidad. La omnipotencia de creer que somos superiores, también hace que estigmaticemos mucho”.
Los términos implican connotaciones y muchas veces su efecto es más poderoso que el de una acción física. “No nos damos el tiempo de reflexionar. Leemos titulares -que a veces informan mal- y opinamos. Precisamente UNICEF y la OMS elaboró un material sobre la estigmatización y pone énfasis en que ‘las palabras importan’. Qué voy a decir y cómo, no es una cuestión menor”, sostuvo la especialista y acotó: “Reparemos en cómo podemos incidir para que las consecuencias sean lo más leves posibles en nuestros semejantes. Los especialistas que estudian el impacto del COVID-19 en el mundo, ya anticipan que habrá trastornos después del coronavirus, que pasarán a ser lo que nos aqueje cuando todo haya pasado. Están muy relacionados con la ansiedad y la depresión, que son dos caras de una misma moneda. Esta pandemia nos va a marcar a todos y cada uno lo vive como puede, con los recursos que cree tener y que siente que puede poner en el momento, los cuales también se agotan, porque los tiempos no están bien definidos. Nos debe alentar saber que estamos haciendo bien las cosas y desde ese lugar contribuir para que al otro le sea llevadero. Esta enfermedad nos desafía a replantearnos”, concluyó.