Se cumplen 35 años de la visita de Juan Pablo II a Paraná

Sociedad 09 de abril de 2022
Juan Pablo II, quien años más tarde se convertiría en santo visitó Entre Ríos el jueves 9 de abril de 1987. Aquella tarde, 150. 000 personas lo recibieron con gran entusiasmo en el Aeropuerto paranaense.
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Se cumplen hoy 35 años de un momento histórico que vivió la provincia de Entre Ríos. El jueves 9 de abril de 1987, alrededor de las 17, el Papa Juan Pablo II llegó a Paraná, donde lo aguardaba una multitud.

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Aquella tarde, 150. 000 personas lo recibieron con gran entusiasmo. En el enorme altar de 75 metros de ancho por 8 metros de alto, construido sobre la terraza del aeropuerto paranaense, predominaban los colores blanco y amarillo, junto a banderas pontificias, argentinas y entrerrianas, con un interesante adornado en flores, presidiendo el altar la Santa Cruz misionera y la imagen de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Paraná.

Allí el Papa, en la celebración litúrgica que tuvo como tema: "El mundo y los inmigrantes", refirió entre otras cuestiones: "Hermanos y hermanas, nos encontramos reunidos en esta ciudad de Paraná, en las márgenes del río del mismo nombre, para escuchar la Palabra de Dios y dejarnos interpelar por ella. . . Es para mí motivo de gran alegría celebrar junto a vosotros esta liturgia de oración por los inmigrantes. . . Y deseo, deseo, de todos los pastores de aquella Iglesia, de todos nosotros, es de vivir, de actuar esta Palabra de Dios en nuestras vidas. . . Sea alabado Nuestro Señor Jesucristo."

Sus palabras, su cercanía

En Paraná, Juan Pablo II leyó su homilía sobre Migraciones y aludió al desarraigo de los pueblos, motivado por distintas causas. Se remontó a ejemplos bíblicos para aludir luego a circunstancias cercanas y elogiar la generosa disposición de nuestra tierra argentina en general, y entrerriana, en particular, al recibir a las corrientes inmigratorias que venían a sumar su esfuerzo para la prosperidad de nuestros pueblos.

"Nos encontramos, reunidos en esta ciudad de Paraná, en las márgenes del río del mismo nombre, para escuchar la Palabra de Dios y dejarnos interpelar por ella. Las palabras que acabamos de escuchar, tomadas de la Carta a los Hebreos, se aplican con particular realismo a esta noble nación argentina, un país de inmigración, hospitalario y amigo para los inmigrantes, en el pasado y en el presente", remarcó.

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Posteriormente hizo alusión a la lectura del Evangelio sobre la huida de la Sagrada Familia a Egipto y de su posterior retorno a Israel. "Un Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: 'Levántate, toma al Niño y a su Madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise'... cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto y le dijo: 'Levántate, toma al Niño y a su Madre, y regresa a la tierra de Israel' (Mt 2, 13. 19.20). El Señor, que por su gran misericordia se hizo semejante en todo a sus hermanos los hombres, menos en el pecado (cf. Hb 2, 17), quiso también asumir, con su Madre Santísima y San José, esa condición de emigrante, ya al principio de su camino en este mundo. Poco después de su nacimiento en Belén, la Sagrada Familia se vio obligada a emprender la vía del exilio. Quizá nos parece que la distancia a Egipto no es demasiado considerable; sin embargo, lo improvisado de la huida, la travesía del desierto con los precarios medios disponibles, y el encuentro con una cultura distinta, ponen de relieve suficientemente hasta qué punto Jesús ha querido compartir esta realidad, que no pocas veces acompaña la vida del hombre", explicó Juan Pablo II.

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Y ejemplificando con la actualidad de 1987, exclamó: "¡Cuántos emigrantes de hoy y de siempre, pueden ver reflejada su situación en la de Jesús, que debe alejarse de su país para poder sobrevivir!".

Posteriormente, destacó la cultura de los inmigrantes. "Venían aquí sobre todo a buscar trabajo, cuando éste escaseaba ya en su tierra de origen. Con la voluntad de trabajar y de contribuir al bien común del país que los recibía generosamente, traían también consigo todo el bagaje histórico, cultural, religioso de sus respectivos países. Para la Argentina hispana de entonces, las corrientes migratorias posteriores de la misma España, de Italia, Alemania, Francia, Suiza, Polonia, Ucrania, Yugoslavia, Armenia, el Líbano, Siria, Turquía y de las comunidades hebreas del Este y Centro de Europa, han sido no sólo una fuente de riqueza, económica y cultural, sino también el componente básico de la población actual".

Después de recordar que cada inmigrante trajo consigo sus propias tradiciones religiosas, como la hebrea en Entre Ríos, señaló: " Un país abierto a la inmigración es un país hospitalario y generosos que se mantiene siempre joven porque, sin perder su identidad, es capaz de renovarse al acoger sucesivas migraciones: esa renovación en la tradición es precisamente señal de vigor, de lozanía y de un futuro prometedor. La Argentina no ha sido así solamente en el pasado: lo es todavía, y siempre lo debe ser", destaca Uno.

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