Pañuelos verdes: una insignia que cosechó respaldo en Crespo por un “Sí al aborto legal”
La ciudadanía de Crespo no fue ajena al efecto que causó en todo el país el tratamiento legislativo del proyecto que busca despenalizar el aborto y que ya cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados.
En diálogo con FM Estación Plus 94.3, Gabriel Geist, quien adhiere a la iniciativa, remarcó los diferentes motivos por los que las mujeres de esta sociedad deberían tener la posibilidad de acceder de manera segura y gratuita al aborto:
Igualdad de oportunidades
Geist remarcó que la necesidad surge desde el ámbito de la salud y desde lo social, sosteniendo que la aprobación redundaría en equidad. En tal sentido, indicó: “Ante tantas muertes de mujeres por estas prácticas en la clandestinidad, creemos que es una cuestión de derechos humanos. En Canadá, donde se legalizó el aborto hace varias décadas -como en otros países-, no sólo se disminuyó a cero la tasa de muerte materna por aborto, sino que también bajaron la cantidad de abortos. Pero también hay que entender que es una cuestión de justicia social, porque las mujeres que cuentan con los recursos económicos suficientes, van a una clínica, se hacen la práctica clandestina y pagan los $30.000 a $40.000 que vale, teniendo todas las seguridades. Vuelven a sus casas sin que les pase nada. Pero las mujeres pobres, sufren su condición, porque al no poder pagar esas cifras, lo hacen con una curandera o con métodos caseros, totalmente inseguros y terminan muriendo por infección. Es cuestión de darle la misma oportunidad a una mujer de escasos recursos que a una mujer que tiene el dinero para pagárselo”.
Continuando con esa línea de pensamiento, Gabriel Geist interpeló a los grupos Pro-vida por el alcance de su defensa, sobre lo cual planteó: “Si seguimos como hasta ahora, no se van a salvar las dos vidas, dejen de decir eso. Con el aborto ilegal como estamos, no salvan las dos vidas, porque la mujer que tiene dinero se hace un aborto igual. La mujer pobre también se hace la misma práctica, pero pueden morir los dos por lo irregular de la intervención. Manteniendo el aborto ilegal no se van a salvar vidas”.
La resistida educación sexual integral
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir” es la proclamación y el lema que disparó el análisis de Geist: “Queda claro que no se empuja a que en masa vayan las mujeres a los hospitales a abortar. Aparece como la tercera y última posibilidad de la mujer, que porque no tuvo acceso a métodos anticonceptivos o porque le falló el que estaban usando, se encuentra con un embarazo que no desea llevar a término. Quizás no supo cómo cuidarse y quedó embarazada. Y ahí es fundamental plantearse una educación profunda. Los que ahora hablan de educación sexual, forman parte de una de las instituciones que está usando el argumento, pero que justamente se ha opuesto sistemáticamente a la educación sexual integral, que es la Iglesia. La Educación Sexual Integral no se dicta en las escuelas confesionales católicas. Ellos mismos están poniendo freno y no quieren que se baje el contenido en las aulas, pero son los que piden que se eduque en vez de legalizar el aborto. No cambiaron de opinión, utilizan esa excusa, ellos bien saben que no están dispuestos a dar ese tipo de clases en las escuelas”.
El aborto y el gasto público
“Hay estudios que demuestran que si se legalizara el aborto, el sistema de salud del país se ahorría sumas exorbitantes. Ahora, cuando llega una mujer con un aborto ilegal, la mayoría de las veces hay que internarla -se ocupan camas-, se afrontan altos costos para sanar la infección y el riesgo de vida, se generan un abanico de gastos médicos. Con el aborto legal, al Estado le costaría dos veces y medio menos que lo que se destina hoy a atender las consecuencias del aborto ilegal. Es un argumento que cae por su propio peso”, afirmó Geist.
¿Objeción de conciencia en el ámbito público?
Para los médicos es un debate central. De aprobarse, podría presumirse que no será un detalle menor la disponibilidad de recurso humano en los hospitales. Si bien ello preocupa a quienes defienden el proyecto, al respecto, Geist indicó: “La iniciativa de despenalización del aborto habilita la objeción de conciencia individual, no institucional, porque las instituciones no tienen conciencia, sólo el ser humano, el individuo. Ahora, los centros de salud pública tienen que asegurar que haya un profesional que esté dispuesto a ejercer y cumplir con el derecho de la mujer que lo pida. La objeción se creó para que el ciudadano se pueda enfrentar a los poderes del Estado, como en la década del ’80, cuando habían empezado a visibilizarse los Testigos de Jehová y ellos la planteaban cuando se izaba la bandera, porque no creían. Por una cuestión religiosa no creían en los símbolos patrios y no participaban de la ceremonia. En otros casos existen motivos filosóficos y son atendibles siempre que no hagan daño a terceros. Esto es distinto, porque si un médico no atiende a una mujer que llega con la necesidad de un aborto lo más rápido posible, sí está poniendo en riesgo la vida de un tercero, la de esa mujer. En un hospital público, ¿se puede hacer objeción de conciencia? No trabajen en un hospital público, vayan a la actividad privada. Porque su misión es hacer cumplir los derechos de las personas en términos de salud. No sé si corresponde que un médico en un hospital público aplique la objeción. Seguramente, de aprobarse, se debatirá”.
El incumplimiento del aborto no punible
“Los Pro-vida dicen que ya está en la ley el aborto no punible: para casos de riesgo de vida de las mujeres o por violación, pero no se cumple”, afirmó Gabriel, asentuando la necesidad de que se amplíe el permiso de la práctica a todos los casos. A modo de ejemplo, comentó: “En Córdoba no se aplica el aborto no punible, porque una organización pro vida -como acá es Gravida, pero allá es Portal de Belén-, hizo una presentación judicial ante un caso de una chica violada y un juez pro vida frenó la aplicación. Sentó jurisprudencia y no se está aplicando. Hoy los profesionales tienen miedo de hacer estas prácticas, aún cuando la ley los avala en ese tipo de casos. Por eso también necesitamos la ley, porque incluso en las situaciones previstas por la misma, gracias a las instituciones pro vida se frenan esas medidas”.
El aborto y el rol del progenitor masculino
La decisión es exclusiva de la mujer y no pocos han sido los hombres que han expresado sentirse desplazados en el contexto del proyecto. Sin embargo, Geist refutó: “Es decisión de la mujer si quiere realizarse un aborto o no. Es su cuerpo, su feto, embrión o cigoto, no bebé, porque hay que llamar a las cosas por su nombre, para no inclinar la balanza con términos y connotaciones que no corresponden. Yo doy vuelta la pregunta: ¿Qué pasa si la mujer quiere continuar con el embarazo y la pareja, marido, novio o pareja no quiere?, ¿se toma en cuenta la opinión del hombre? No. Decide la mujer. Pero resulta que ahora sí habría que tener en cuenta lo que dice y piensa el hombre”. Replicando las declaraciones de un reconocido biólogo, Geist comentó: “El feto es parte del cuerpo de la mujer, por eso el organismo no lo rechaza, porque lo considera como propio, sino los anticuerpos reaccionarían si fuese una cosa extraña al cuerpo de ella. Si es parte, es la mujer la que decide tenerlo o no y la legalización responde a esa necesidad. La mujer no es una incubadora, por eso ella debe determinar si quiere tener hijos, cuántos hijos quiere, cuándo, y cómo va a organizar su vida. Hay que respetar ese derecho. No entremos en cuestiones religiosas ni posturas morales. El Estado es laico”.
El deseo frente al rechazo
Gabriel Geist desterró con vehemencia los argumentos basados en consecuencias psicológicas indeseadas para la mujer abortante y en ese sentido precisó dos diferentes: “Escuché a una de las psicólogas que apoyaba a los Pro vida de Crespo, donde hacía hincapié en el trauma post aborto, diciendo que nadie tenía en cuenta los trastornos de la mujer y que ella lo había visto por casos que había atendido de mujeres con abortos espontáneos y lo mal que se habían sentido. ¿Alguien se da cuenta de la irracionalidad de ese planteo? Estamos hablando de una mujer que quiso ser madre, que seguramente lo decidió y planificó con su pareja, y que por problemas de salud perdió el embarazo. Entonces por supuesto que se va a sentir mal, porque esa mujer quería ese embarazo, quería tener a ese hijo, deseaba ser madre. Ahora la mujer que recurre al aborto, es porque no quiere ser madre y tiene todo el derecho a no querer. No va a haber un problema psicológico por ese hecho. No comparen situaciones que no tienen nada que ver: una situación es alguien que planea el embarazo, que seguro compró el ajuar, pintó la piecita, está barajando posibles nombres y ya se está imaginando al bebé; otra muy distinta es aquella mujer que no quiere ser madre, porque económicamente no puede sostenerlo, porque fue producto de una violación, porque no tiene el proyecto en ese momento de su vida, por la razón que fuese. Demos ejemplos que vengan al caso, sino llevamos esto a una cuestión sentimental. Parece que muchos se olvidaron de un claro caso que hubo en Argentina: Romina Tejerino, cuyo violador con muy buenos abogados salió libre y a ella la obligaron a llevar adelante ese embarazo que no quería. Un juez frenó que se aplique el protocolo para abortos no punibles y ella tuvo al bebé en el baño de un bar y expresó que cuando vio a la criatura, vio la cara del violador y lo mayó con sus propias manos. El violador quedó libre y a ella la condenaron tres años de prisión por la muerte de esa criatura. No quería llevarlo a término, no lo quería tener y fue producto de ese shock. Ahí si hay un problema psicológico”.
En el lugar del otro
“Existen entre 350.000 y 500.000 abortos ilegales. Son números surgidos de un método científico, no es que se le ocurrió arbitrariamente a un pañuelo verde. Se calculó con diferencia amplia, porque como es clandestino no se tienen registros fidedignos, no hay un conteo real y exacto de cuántos abortos se practican”, comentó Geist y agregó que muchas más son las mujeres que al cabo de un tiempo mueren por las secuelas de esa práctica en contextos inapropiados. Desde ese escenario, instó a la reflexión solidaria, donde se puedan tomar decisiones despojadas de cuestiones personales. Asimismo, manifestó: “Hay mujeres que han sufrido un aborto espontáneo y aún así dicen ‘yo no me lo haría, pero eso no quita que piense en aquellas que lo necesitan’”.