Cómo influyen los alimentos en el estado de ánimo de las personas

Sociedad 12 de octubre de 2020
Todo parece indicar que una malnutrición predispone a la aparición de cuadros depresivos, ansiedad y estrés.
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Con la pandemia, los hábitos y costumbres de la población sufrieron cambios abruptos, en especial con respecto a la alimentación. Lo cierto es que en muchas ocasiones esto puede significar una situación estresante para muchos en donde la comida puede ser una de las formas más fáciles e inmediatas para levantar el ánimo y sentirse mejor.

Debido al sedentarismo que supone este confinamiento, son muchos los expertos que coinciden en que comer emocionalmente muchos alimentos con poca nutrición puede debilitar el sistema inmune y empeorar el estado de ánimo en un momento en el que proteger el cuerpo y mantener una actitud positiva es particularmente importante.

¿Cuál es la relación entre el estado de ánimo y la alimentación? De acuerdo a Sebastián Soneira, psiquiatra de trastornos alimentarios y psiquiatra nutricional de FLENI, en el marco de la charla ¿Lo que comemos puede influir en nuestro ánimo?, la interacción entre la depresión y la nutrición viene por diferentes lados: “Está comprobado que los síntomas depresivos están relacionados con ciertos síntomas alimentarios. Lo clásico en la depresión es la pérdida del apetito. Sin embargo, algunas se dirimen con un factor diferente, y al estar deprimidas experimentan un aumento del apetito o el deseo de comer ciertos alimentos”.

Por este motivo, el especialista aseguró que cuando un paciente va al nutricionista es vital que el profesional descarte o identifique si el paciente tiene depresión. “Hay distintos elementos que hacen sospechar a un nutricionista sobre un paciente y su estado de ánimo. Debemos pesquisar sobre el orden alimentario y en el caso de que haya desorden, que hay mucho, es importante descartar la conducta de atracón o trastorno”, explicó Micaela Cusato, licenciada en nutrición del servicio de Psiquiatría del Fleni.

TIPOS DE HAMBRE

En este sentido, la especialista distinguió dos tipos de hambre: “El hambre real es cuando uno siente en el cuerpo ese déficit de energía y hasta sentimos ese ruido en la panza. Es vital entender que el hambre real no es selectivo. Por otro lado se encuentra el hambre emocional, que son situaciones específicas donde aparecen esas ganas abruptas de comer algo específico. Y justamente, estamos rodeados de ese hambre emocional todo el tiempo”.

Es que aunque la comida hace que las personas se sientan mejor al liberar esos neurotransmisores en sus cerebros, el efecto desaparece rápidamente. Para dejar de comer emocionalmente, una sugerencia podría ser preguntarse antes de ingerir algo “¿Estoy a punto de comer/beber porque tengo hambre/sed física o porque me siento estresado o triste?”. Una respuesta sensata y a conciencia evitará consumos poco saludables.

Además de causar sentimientos de culpa, está demostrado que comer alimentos altamente procesados y bebidas con mucha azúcar puede causar inflamación corporal que aumenta la fatiga, la ansiedad y la depresión.

“En la cuarentena han aumentado muchísimo los sucesos de ansiedad. Y es que con el tema del confinamiento muchas cosas que generan placer y que no estaban permitidas realizar recaían en la alimentación, entonces si uno no mantiene una alimentación ordenada, variada puede traer un desorden que lleve a un aumento de peso que va de la mano de factores como la depresión, la ansiedad, el estrés, entre otros”, enfatizó Cusato.

OBESIDAD Y DEPRESIÓN

La obesidad y la depresión, de acuerdo al psiquiatra, son dos caras de la misma moneda: «Está demostrado que las personas con obesidad tienen mayor índice de depresión que la población con peso normal. Cuanto mayor es el peso, mayor es la correlación. A más kilos, mayor intensidad del ánimo deprimido. Esto tiene que ver con múltiples factores. Uno, de hecho el más común, el estigma social sobre la persona con obesidad. Es importante entender al sujeto como un sujeto complejo, no es una cuestión de fuerza de voluntad, es una patología que muchas veces no se entiende como tal.

Sin embargo, la obesidad no es el único factor que coincide con la depresión y la ansiedad; una malnutrición predispone también la aparición de cuadros depresivos. “Esto es relativamente nuevo. Hoy en día hay una disciplina psiquiatría nutricional que en los últimos años está entrando en vigor relacionado a estudiar lo que se come, la calidad con la repercusión psiquiátrica”, apuntó Soneira.

ALIMENTACIÓN Y PROTECCIÓN

Se pudo ver que la dieta mediterránea, es decir, aquella que tiene elevada cantidad de alimentos como el omega 3, que está presente en los pescados grasos como el salmón, las frutas secas, frutas y vegetales, tiene un cierto patrón nutricional que se asoció con un factor de protección, es decir que baja el riesgo de desarrollar enfermedades como Alzheimer y enfermedades como la depresión, ansiedad, entre otras”, apuntó la nutricionista.

Este tipo de alimentación, de acuerdo a Soneira, mejoró la respuesta de la depresión casi igual que los antidepresivos: “Ofició como un antidepresivo natural. No tiene que ver con magia ni con buena voluntad. Hay moléculas que son muy beneficiosas para el cerebro y el cuerpo. Si uno puede mejorar el incremento de este tipo de alimentación puede esperar resultados positivos”.

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