El call center tumbero: sexo, estafas, amenazas y el cuento del tío de moda de los presos

Policiales 10 de abril de 2023
A los delincuentes no les hace falta salir a la calle y llevar un arma para delinquir. La estafa de la falsa trabajadora sexual, el falso comisario y el falso juez. “Hay que hacer plata y no me queda otra. El problema es que los cuentos se están quemando”, dijo un delincuente
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El ladrón, que chatea desde el WhatsApp de uno de sus cuatro teléfonos celulares, dice que nunca más saldrá a robar con una pistola. Está preso en una cárcel del sur del país. Le dicen “Casi muerto” porque tiene una cicatriz profunda en el cuello, por un cuchillazo que casi lo desangra, un balazo que quedó alojado en el bíceps de su brazo derecho y un facazo en el estómago. Ya no quiere más riesgos. Roba sin salir de su celda.

-Hay que hacer plata y no me queda otra. El problema es que los cuentos se están quemando entonces hay que tratar de inventar uno nuevo -dice el delincuente. Habla como si fuera un guionista de una serie que busca nuevas ideas para que funcione.

La última, la que está en auge pero, como dice el rufián, “está gastada”, puede resumirse de esta manera en diez puntos:

1) Un hombre entra a una web que ofrece servicios de “escort vip”.

2) Ve la galería de fotos, con los nombres, la zona y a veces los precios.

3) Elige una. Chatea con ella. Lo que no sabe es que puede ser un perfil falso. No todos los son.

4) El delincuente, desde prisión, le habla como si fuera, por ejemplo, “Celeste, la mejor de Palermo”, le manda fotos, le dice bebé te quiero ver, y cuando el hombre se convence viene el siguiente paso.

5) Le pide la mitad del servicio, más el viaje en taxi si es que arregló ir a la casa de ese hombre, sea transferido a un CBU.

6) El hombre transfiere. Y cuando la supuesta trabajadora sexual le dice que llegó todo bien, le da una dirección.

7) Y enseguida lo bloquea. El hombre llama a ese teléfono y dice que ese número es inexistente.

8) El hombre vuelve a entrar en la página, y “Celeste” no figura más. Ahí comprende que fue estafado.

9) Al otro día recibe un Whatsapp con la foto de un policía. “Soy el comisario (fulano de tal), a cargo de delitos cibernéticos. Quería citarlo porque usted figura en una investigación porque habló con una menor secuestrada por una red de trata. También puede aparecer, ese día, un fiscal que le advierte de lo mismo.

10) Cualquier de los dos, el “comisario” o el “fiscal” le dice que hay una manera de arreglar. Le piden dinero. Puede ser hasta cincuenta mil pesos. Caso contrario le espera la cárcel o el escrache en Internet con la charla con “la menor”.

Si no te mandan audio ni ubicación, es un preso. El tema es que muchos no denuncian porque están haciendo algo que es mal visto. Contratar a una mujer por sexo. Yo tengo cuatro líneas, truchas, sin ubicación. Es seguro. Sino ya estaría con más condena, con todo lo que facturé y robé desde acá. Con contenidos truchos de prostitución”, dice el preso que ya no quiere robar a mano armada.

Otra de sus estafas es ir detrás de los pedófilos. “Armo un Facebook o Instagram trucho de una menor. Si me escriben tipos trato de concertar una cita. Y no aparece nadie, obvio. Al otro día me hago pasar por policía y le escribo al tipo diciéndole que buscan a una menor desaparecida. Y le mando las supuestas pruebas que tengo. Y le muestro una orden de allanamiento falsa. Y le digo que él es la última persona con la que habló. Que se lo imputará por pedófilo y secuestrador. Si quiere que cancele todo, le pido 200 mil pesos porque tengo que arreglar al fiscal, al jefe de calle, al juez. La mayoría cae. Pero hace unos meses no la puedo hacer poque la hacen muchos presos. Y los pedófilos están avivados. Hasta a algunos policías les saqué guita”.

El ex negociador estrella del Grupo Halcón, Miguel Sileo -que se hizo famoso no sólo por su prestigio sino por haber intervenido del lado policial contra los ladrones del robo del siglo- cuenta que es una estafa muy común.

“A veces agarran número al voleo. Aunque parezca increíble, una vez me escribieron a mí. Me dijeron que tenían secuestrada a mi mujer. Que debía ir al cajero a buscar dinero. Le seguí la corriente, y al final terminó cayendo. Ni sabía que yo era de los grupos especiales. Pero hay gente que cae. Lo de las falsas prostitutas tiene otra variante, a veces al hombre lo hacen ir al lugar para el encuentro y lo secuestran”, dice Sileo.

Recuerda que en 2004 hubo una norma estipuladas por la Secretaria de Comunicaciones y del Ministerio de Justicia de la Nación. “Todos los llamados provenientes teléfonos públicos penales venían con una grabación previa. Para evitar las estafas o extorsiones. Pero en la época pandemia como no había visitas en las cárceles les permitieron usar celular. Ya pasó la pandemia y deberían sacarse todos esos celulares. Porque todo esto se ha vuelto en un call center tumbero. Tienen acceso a las redes, a teléfonos, a todo”, dice Sileo.

El delito siempre muta. Se adapta a los tiempos. Al contexto social y a los avances de la tecnología. El último gran robo a un banco en la Argentina: ocurrió el 2 de enero de 2011 en la sucursal del banco Provincia de Cabildo y José Hernández, Belgrano, cuando una banda se llevó casi 15 millones de dólares y guardó parte del botín en una caja de seguridad del banco asaltado.

“Es el último asalto analógico”, dijo una vez Fernando Araujo, el ideólogo y líder del robo del siglo al banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006. La tecnología de hoy, cámaras, sensores, escáners, reconocimientos faciales, harían que fuera imposible un hecho de esas características. “Hoy te filman desde que salís de tu casa hasta que vas al mercado o a pasear o donde sea”, dice Rubén de la Torre, otro de los miembros de la banda de ese asalto.

Es por eso que los cuentos del tío, que por ejemplo muestra la mítica película “Nueve Reinas”, pasaron de moda. La del billete falso, o tocar el timbre ante una desprevenida anciana (escena que protagoniza Ricardo Darín) o irse sin pagar de un café.

El delito siempre muta. Se adapta a los tiempos. Al contexto social y a los avances de la tecnología. El último gran robo a un banco en la Argentina: ocurrió el 2 de enero de 2011 en la sucursal del banco Provincia de Cabildo y José Hernández, Belgrano, cuando una banda se llevó casi 15 millones de dólares y guardó parte del botín en una caja de seguridad del banco asaltado.

“Es el último asalto analógico”, dijo una vez Fernando Araujo, el ideólogo y líder del robo del siglo al banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006. La tecnología de hoy, cámaras, sensores, escáners, reconocimientos faciales, harían que fuera imposible un hecho de esas características. “Hoy te filman desde que salís de tu casa hasta que vas al mercado o a pasear o donde sea”, dice Rubén de la Torre, otro de los miembros de la banda de ese asalto.

Es por eso que los cuentos del tío, que por ejemplo muestra la mítica película “Nueve Reinas”, pasaron de moda. La del billete falso, o tocar el timbre ante una desprevenida anciana (escena que protagoniza Ricardo Darín) o irse sin pagar de un café.

Muchos de los ladrones de esta era tienen menos calle y recorrido que sus predecesores. No les hace falta un arma o salir a la calle para delinquir. Infobae contó al menos dos casos.

En uno de ellos, Walter, un hombre de 38 años, de Pergamino, entró al sitio web de oferta sexual “Skokka” y se interesó en una mujer que se hacía llamar Gisel, quien ofrecía sus servicios de escort por $5.000. “Le pareció una oferta accesible y le escribió a la mujer por WhatsApp, al número que estaba publicado. Ese contacto fue el comienzo de una pesadilla de amenazas y extorsiones que no sólo le complicaron la vida, sino que le hicieron perder mucho dinero”, cuenta el periodista Martín Candalaft en la nota.

Esta vez el hombre fue al lugar indicaron y no sólo que no había nadie, sino que lo bloqueó. Luego, un hombre le escribió para decirle que era un alto mando de la Policía Federal y le dijo que si no depositaba dinero le iniciarían una causa por trata de personas. Walter cayó y volvió a pagar. Todo quedó registrado en las conversaciones de WhatsApp que la víctima tuvo con sus estafadores.

“Hola, Soy Gisel. Tu chica más deseada. Escort VIP. Para más info hablame al privado. Amoooor”. Junto a este texto, proporcionaba su teléfono celular. Eso vio Walter. Intervino la Fiscalía Número 7 de Pergamino.

El mensaje del falso comisario decía:

“Me comunicó desde el Departamento de Cibercrimen (sic) de la Policía Federal Argentina, a los efectos de notificarle que se ha iniciado una causa caratulada como “Trata de personas s/ investigación preliminar”. Hechas las averiguaciones del caso, conjuntamente con la fiscalía especializada en delitos contra las personas y allanamientos llevados a cabo en las ultimas horas, se han constatado varias menores reportadas como desaparecidas y que figuran publicadas en una página de escorts denominada skokka.com, en cuyos celulares secuestrados figuran chats de WhatsApp y conversaciones que lo incriminarían a usted en ser parte de una red de trata de personas y pornografía infantil. En virtud de la gravedad del caso y las consecuencias penales que acarrea el delito por el que se lo investiga, le solicito que se comunique a la brevedad y con urgencia por este medio”.

También lo amenazaron con subir a las redes contenido que lo comprometía, aunque eso hubiese sido difícil porque es fácil de rastrear y es un delito que expone a los hackeadores o estafadores. “Se arriesgan y juegan con el susto de la persona. Pero si se los enfrenta o denuncia, detectamos de dónde viene la estafa”, le dijo a Infobae una fuente de Ciberdelitos de la Policía de la Ciudad.

A Walter le pidieron 20 mil y luego otros 80 mil pesos. Walter les ofreció un cheque. No aceptaron. Le dieron un día para depositar ese monto. El hombre al final hizo la denuncia.

Una extorsión por Whatsapp de un falso policía ofreciendo "una solución"
Una extorsión por Whatsapp de un falso policía ofreciendo "una solución"

Otro damnificado es Sebastian M., de Boedo. Lo estafaron de una manera parecida. La diferencia es que era una mujer la que le hablaba. El le transfirió la mitad del “servicio”, ella le dijo que no se acreditó y le mostró la captura. “Me pidió cinco más, me mandó la ubicación, me mandaba audios, pero cuando fui había una casa abandonada. Salieron unos hombres y me fui corriendo”.

Al otro día apareció “el comisario Walter Velásquez”. Él, enterado de que eran estafadores, se burló del comisario. A la semana apareció el fiscal “Carlos Buenaventura”. También lo despachó. Hasta que recibía llamadas de personas que decían ser narcos colombianos y que estaban yendo a buscarlo para matarlo. Debía pagar 100 mil pesos. Y le mandaba videos de armas. Sebastián les dijo que no tenía esa plata. Le terminaron pidiendo 20 mil pesos. El estafado respondió: “Son tan malos actores que haría una vaquita y les mandaría la plata. Pero como sicarios cobran muy poco”. Del otro lado del teléfono lo bloquearon.

No aparecieron más.

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