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En el corazón de Crespo, donde confluyen memorias, costumbres y afectos, una persiana se bajó para siempre. El pasado 22 de julio, el tradicional “Kiosco Jano” cerró sus puertas, marcando el fin de una etapa que atravesó casi cinco décadas de la historia crespense.
Crespo08 de agosto de 2025Su dueña, Victoria Kappes de Bordi, tomó la difícil decisión de cesar la actividad que compartió durante años con su esposo, Alejandro “Jano” Bordi, y que luego continuó sola tras el fallecimiento de él, hace ya 11 años.
"Hace un tiempo estaba pensando las cosas y lo cerré ya ahora", expresó Victoria a FM Estación Plus Crespo, en una charla cargada de emociones, recuerdos y agradecimientos. Con 74 años (cumplidos ayer 7 de agosto) y ya jubilada, la mujer eligió priorizar su bienestar personal, después de toda una vida de entrega y servicio.
La historia del Kiosco Jano es inseparable de la vida de Victoria y Jano. Comenzaron juntos con este emprendimiento que se mantuvo firme durante casi 47 años. El kiosco no fue solo un comercio; fue un espacio de encuentro, de charla cotidiana, de paso obligado para grandes y chicos.
"Después que falleció Jano, seguí atendiendo porque me gustaba mucho estar con la gente", cuenta Victoria. "Siempre tenía apoyo de la gente que venía, hablábamos siempre. Y siempre nos contaba cosas del kiosco, cuándo era más joven, todas esas cosas".
Esa conexión con los clientes —que también fueron amigos, vecinos, confidentes— fue el impulso que le permitió mantener viva la persiana durante más de una década en soledad.
El kiosco no fue solo un comercio; fue un espacio de encuentro, de charla cotidiana, de paso obligado para grandes y chicos.
Durante casi medio siglo, Kiosco Jano fue testigo de una ciudad en constante transformación. El paso previo a la salida al boliche bailable o a los bailes, hasta el paso de generaciones enteras de estudiantes y vecinos. Las costumbres sociales y comerciales mutaron, pero el kiosco supo mantenerse como un clásico que resistía frente a nuevas formas de consumo.
"Cambió mucho", reflexiona Victoria. "Muy cambiante todo. La nueva generación de ahora, los chicos, cambió muchísimo… antes era más tranquilo todo. Ahora los chicos tienen su tecnología, sus celulares, nuevas costumbres. Ya no es como antes".
Ella lo vivió desde la trinchera diaria, observando cómo los hábitos se transformaban: "Antes los clientes eran chicos y grandes. Después llegaron los hijos de nuestros clientes más grandes, hemos visto como cambiaban las costumbres de todos nuestros clientes de muchos años".
La irrupción de la pandemia de Covid-19 fue, como en muchos otros casos, un punto de quiebre para el kiosco. Hasta ese momento, la venta de diarios y revistas se mantenía activa. Pero todo cambió.
"Con la pandemia ya cambió mucho. Los diarios, el Clarín, y otros diarios y revistas disminuyeron en la venta. Ya no lo buscaba más la gente. Un gran golpe fue cuando debí cerrar en pandemia “de la mercadería tuve que tirar muchas cosas", recuerda.
Ese tiempo marcó el inicio de una retirada paulatina: menos días abiertos, más descanso. "Ya los domingos no abría tampoco, ya me quedaba en casa. Años anteriores estaba siempre abierto, desde temprano. Nos levantábamos a las seis y media. Era un horario corrido", rememora con una mezcla de orgullo y nostalgia.
El kiosco fue un verdadero estilo de vida para Victoria y Jano. Durante años trabajaron casi sin descanso. "Entre semana hasta las doce de la noche. Los sábados y domingos hasta la madrugada. Al principio, era casi 24 horas", rememora.
El lugar, especialmente durante los años del boliche cercano (Pasaporte), fue punto de encuentro permanente. "Era casi 24 horas abierto cuando estaba el boliche. Después cambió un poco cuando mi marido tuvo una operación muy grande y ya cambiamos un poco la vida".
Sin embargo, nunca bajaron los brazos. “Gracias a Dios, siempre tuve buena salud. Me jubilé hace varios años. Ahora cumplo 74”, dice con serenidad.
Tras muchos años de actividad ininterrumpida, Victoria sintió que era tiempo de una nueva etapa. "Ya empecé a pensar un poco en mí, decidí cerrarlo. Cerré el 22 de julio. Ese día se bajó la persiana de Kiosco Jano. Me siento un poco extraña, un poquito me falta algo. Pero salgo a caminar, me acuerdo de cosas y estoy bien, tranquila", comenta.
Hoy, se dedica a su casa, quiere tener más presencia junto a sus nietos, sale a pasear con sus perros, quienes la acompañan en sus caminatas. El local, ubicado en una zona céntrica y tradicional, pertenece a la familia, aunque por ahora no hay planes definidos. "Vamos a dejarlo tranquilo, que descanse un poco. Puede ser más adelante que se haga algo".
En una época en que surgieron los maxi-kioscos, los drugstores, las compras por apps y el autoservicio, Kiosco Jano mantuvo intacto su espíritu. No solo resistió los cambios de hábitos y tecnologías: ofreció algo que ningún desarrollo digital o una gran infraestructura puede reemplazar - la cercanía humana, la conversación espontánea, la historia compartida.
La gente sabía que allí, además de comprar, podía encontrar una palabra amiga, una sonrisa, una referencia del pasado. Era el lugar donde los padres que iban al colegio llevaban a sus hijos por una golosina, donde se buscaba el diario recién traído, donde se sabía de memoria qué cliente buscaba qué cosa.
A lo largo de los años, el kiosco se convirtió en una postal viva de Crespo. Un símbolo de la permanencia en medio del vértigo del cambio. Un lugar donde se vivió la ciudad, día tras día, sin interrupciones, durante casi 47 años.
Kiosco Jano no solo resistió los cambios de hábitos y tecnologías: ofreció algo que ningún desarrollo digital o una gran infraestructura puede reemplazar - la cercanía humana, la conversación espontánea, la historia compartida.
“No era un problema”, aclara Victoria cuando se le pregunta si el kiosco representaba una carga. “Pero sí demandaba esfuerzo. Siempre, todas las cosas demandan esfuerzo. No se podía salir de vacaciones cuando queríamos. Cuando estaba mi marido sí, me tomaba vacaciones como yo quería. No tenía obligación con el kiosco, porque se quedaba él”.
Jano y Victoria —son suegros del ex futbolista y actual DT Gabriel Heinze, casado con su hija Florencia.
Ahora Victoria, en su merecido tiempo de descanso, puede mirar hacia atrás con gratitud. Y Crespo también.
Porque Kiosco Jano fue mucho más que un punto de venta. Fue una parte del alma de la ciudad. Y Victoria, con su calidez, su entrega y su constancia, seguirá siendo, aunque el kiosco ya no esté abierto, una referente querida por todos. Al igual que Jano, que siguió acompañando con su presencia desde alguna estrella.
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