Prisión condicional por matar al vecino que cortaba el pasto

Paraná 26 de abril de 2022
Por el asesinato de Juan Francisco Balla, Atilio Arenales acordó la pena leve de prisión condicional. Fue condenado por homicidio exceso en legítima defensa.
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Hacía menos de 20 días que había comenzado la cuarentena y los ánimos ya estaban caldeados en la zona del barro Las Flores de Paraná. Juan Francisco Balla, de 38 años, estaba cortando el pasto. Dos mujeres se pararon donde él debía pasar la máquina cortadora y él les recriminó. Instantes después, gritos, amenazas, piedras y fierros llenaron de tensión lo que era una mañana apacible. Atilio Justo Arenales, de 62 años, esposo y abuelo de las dos mujeres, intervino y pasó de hablarle a Balla sobre Dios y el evangelio, a clavarle un puntazo en el corazón que terminó con su vida. Por aquel episodio, el autor del crimen fue condenado a prisión condicional. Primero, en el acuerdo de juicio abreviado, fue por el delito de Homicidio preterintencional, es decir, que quiso lastimar a Balla pero no matarlo. Luego, en la sentencia, el juez Alejandro Cánepa entendió que el ataque de Arenales con un elemento muy fino, nunca localizado, fue directo al corazón con intención de matar a su vecino, pero lo hizo en medio de una batalla donde se defendió, aunque en forma excesiva. Estas diferencias entre lo pedido por los fiscales y el defensor, y lo que consideró el vocal del Tribunal de Juicio, no cambió la sanción para el acusado.

Hubo otra circunstancia que hizo confundir más aún las cosas sobre lo ocurrido aquel 8 de abril de 2020, alrededor de las 10. Instantes después de recibir el puntazo, Balla caminó unos metros y se desmoronó en la puerta de su casa. Sus familiares lo llevaron al centro de salud Ramón Carrillo, desde donde lo trasladaron al hospital San Martín. Allí, la médica de la Guardia le dijo que tenía una herida superficial y le dio el alta a las 17.30. A la noche, mientras cenaba en familia, a Balla le empezó a faltar el aire, se descompuso, lo llevaron de vuelta al nosocomio, donde poco después falleció. No obstante, no hubo ningún planteo en la causa sobre alguna posible mala praxis médica. El puntazo con el elemento incógnito le había rasgado el corazón.

“Combate a pedradas”
Alicia del Carmen Balla es la hermana de la víctima y fue una de las testigos presenciales del homicidio. Dijo que esa mañana su hermano estaba cortando pasto en la casa de una vecina, y lo vio discutiendo con dos mujeres. Juan Francisco volvió a su casa y le dijo que se habían parado donde él estaba cortando pasto, que no lo dejaban trabajar, y que ellas lo trataron mal. Dejó la máquina en la casa y salió con la escoba. La testigo recordó que en ese momento llegó un hombre canoso, que se acercó a su hermano y le decía que “la señora era una persona de fe”. Alicia contó que minutos después, Juan llega hasta la puerta de reja de su casa y se cayó descompuesto. En seguida llegó un patrullero y una ambulancia lo llevó al Carrillo.

Otro testigo fue Antonio Basso, vecino que observó todo desde la vereda de en frente. “Un señor mayor, canoso, extrae un elemento que me pareció que era como un rayo de moto, finito y largo, que brillaba y lo pinchó en un costado. Ahí el Ruso no hizo nada, y momentos después se fue para su casa y al entrar al porche se cayó herido”, relató. El policía que lo entrevistó le preguntó a Basso sobre el elemento de la agresión, y el vecino le dijo que Arenales “lo sacó del bolsillo de adelante, luego lo volvió a guardar y se fue caminando tranquilamente”.

Otros testigos aportaron puntos de vista sobre el episodio fatídico que desmienten una mera discusión a gritos y un ataque unilateral.

El griterío se escuchó en toda la cuadra, y según sus hermanos, Balla había entrado a su casa “fuera de sí”, “muy alterado, como con un ataque de nervios”, por lo cual no querían dejarlo salir de nuevo a la calle.

El juez en la sentencia describió que en la calle se dio una situación de “combate” a pedradas. “La particularidad de ello, es que los testigos que lo vieron, dijeron que en esa oportunidad, salió de su casa armado con un elemento contundente en sus manos, lo que da cuenta de que en realidad, y ante la inferioridad numérica en la que se encontraba, aquel no volvió a su casa para ‘calmarse’, sino a armarse”, sostuvo Cánepa.

“No es difícil entonces imaginar el contexto en el cual estaba inmerso el imputado, toda vez que se encontraba ante un Balla exaltado, armado con un fierro o elemento similar y emprendiéndola contra él por haber venido a defender a las dos mujeres”, agregó el juez y explicó además que “resulta coincidente con ello el fierro encontrado en el mismo lugar donde ocurrió el hecho”.

Otra discusión mortal
Las dos mujeres con las que Balla mantuvo el altercado inicial eran Celia Tablada y Cinthia Anahí Narvaez, de 60 y 24 años. No era la primera vez que Narváez aparecía en medio de un altercado con un final trágico. En 2018, fue ella quien había protagonizado una discusión en la vivienda de Bajada Grande, propiedad de quien era su pareja, Oscar Siboldi. Ese episodio culminó unos minutos después en el sangriento triple crimen, donde dos hermanos y otro muchacho fueron asesinados a tiros por Siboldi y uno de sus hijos.

Sabía que podía matarlo
El juez Alejandro Cánepa discrepó con el delito imputado por la Fiscalía y aceptado por la defensa. Es más, en la audiencia del juicio abreviado el mismo Atilio Arenales dijo que atacó a Balla porque corría riesgo su vida. Esto fue considerado por el juez como una declaración espontánea que acreditaba el asesinato en un contexto de pelea.

Según el informe del médico forense Héctor Brunner, la herida tenía un ingreso de tres centímetros y que luego se achicaba y llegaba a tres milímetros en la zona donde se produjo el taponamiento. El elemento utilizado seguramente habrá tenido una punta finita y larga para llegar hasta ese lugar.

“Lo que podemos certeramente razonar a partir de ello, es que el arma homicida tenía una hoja o lomo de tres o más centímetros de ancho, y una punta finita, además de una longitud suficiente como para alcanzar el corazón, así como para provocar la morfología de las heridas advertidas en el cuerpo de la víctima”, consideró Cánepa.

Además, sostuvo que el puntazo “fue asestado en modo de estocada en el tórax de la víctima, en su lado izquierdo, a diez centímetros de su tetilla, con una fuerza y dirección aptas para no solo penetrar y herir el cuerpo de la víctima, sino también para alcanzar su corazón y rasgarlo”.

La Fiscalía había citado como precedente de homicidio preterintencional un caso donde un hombre apuñaló en una pierna a otro, quien luego murió desangrado. Pero para Cánepa este ejemplo es muy distinto, porque no es lo mismo la idea que una persona puede tener sobre las consecuencias de herir a alguien en una pierna “que en el tórax de una persona, cavidad en la cual están resguardados los órganos vitales del cuerpo humano, lo que es de conocimiento prácticamente general”.

No obstante, testigos mencionaron que la puñalada había sido artera, a traición, lo cual desvirtúa también que Arenales se haya defendido.

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